domingo, 11 de abril de 2010

LA TELENOVELA EN FAMILIA

Se sabe que si quiere efectivamente comprender el papel de
las telenovelas en la vida familiar, no se puede sólo desarrollar empíricamente
un atento pero incompleto acercamiento al papel de la
pantalla televisiva en la vida doméstica.
Pero cuando tenemos que acercamos a las temporalidades y
Dimensidades espaciales de la vida familiar, nos enfrentamos con
una cuestión de acento y balance: dónde pues debemos poner el ojo:
¿en una serie de "familias apantalladas" o mejor en los procesos de
"familiarización de las pantallas"?

El "lector-in-familia" está constantemente comparando
la telenovela que ve, con la pobre o rica, densa o mensa
-según la ubicación de la familia en el espacio social- experiencia
semántica y conductual de fruición de otros textos culturales que ha
conocido. Ver la telenovela cada día es una
experiencia activa, múltiple, cuyas reglas de exposición, lectura y goce
están ancladas en una memoria cultural (herencia y presencia) ligada
con el melodrama, ahí se puede gritar, insultar a la mala, chulear y desear
sexualmente al galán, criticar a la vecina por su parecido al mover el
cuerpo con la "güerita-vulgar-esa", echarse un fajecito a la luz de los
instantáneos destellos del comercial y la sombra de la suegra, molestar
a la esposa e hijos (estando siempre presentes y atentos durante toda la
emisión) por "estar viendo babosadas", condicionar la cena -familiar
o del marido que recién llega -"hasta que acabe mi novela", informar
a todos de "lo puta que es tal actriz", que
se formó a partir de un reportaje sensacionalista en la revista quincenal,
callar inmediatamente al que dijo la palabrota esa, competir por el
control para husmear en otros canales "ya sabes cómo me molesta
que le estés cambie y cambie", mientras la hija remienda, etc. La televisión para los mexicanos es una manera de convivir con la familia.

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